El miedo a las sombras

22.08.2020

Ultimamente, he tomado una costumbre que me encanta. Cada mañana, en el jardín de mi casa, pongo tres montañitas de arroz y miguitas de pan, y luego mientras preparo el desayuno, veo como los pájaros vienen a comer. Zorzales, palomas, calandrias, gorriones, torcazas, benteveos, son los que conozco, y los que vienen.

Estaba en mi ritual de verlos venir, y esa mañana, los primeros que llegaron fueron dos pequeños gorriones, que empezaron a comer. Y en un momento, se ve que algún pájaro grande pasó por encima (Nota: hay algunos aguiluchos que andan por el barrio, ¿Habrá sido uno de ellos?) y al ver la sombra reflejada en el piso, se asustaron y se fueron volando.

Me quedé pensando en eso. Seguramente, instintivamente, presintieron la amenaza y eligieron irse del lugar. Y después pensé en mí, y en cuantos más muchas veces nos asustamos solo con las sombras.

Por mucho tiempo, me quedé quieto, tal vez amedrentado, esperando que las sombras no estén, para moverme tranquilo y sin miedo. Cuando esas sombras, eran simplemente, producto de mi imaginación. Cuantas veces elegí quedarme, callarme, ausentarme, desconectarme, rendirme, alejarme, separarme, conformarme, cerrar los ojos, y hasta el corazón, por miedo a no ser apropiado, educado, correcto, o lo que fuera.

Lo bueno es que cada día, siempre hay un nuevo montoncito de comida esperando. Y que si lo eliges (y si lo elijo) puedo disfrutar del banquete, sin importar cuantos más estén a mi alrededor, sin importar que digan lo que digas, sin importar cuantas veces las sombras revoloteen por encima de mí. Porque finalmente, y he aquí la bella paradoja, para que esa sombra exista, necesita existir la luz. Y he allí mi elección: dejar de temer a las sombras, y amorosamente ir hacia la Luz.